viernes, 26 de junio de 2009
Y la platita????
El grupo VOCES DEL SUR se ha caracterizado siempre por ser más que un conjunto musical.
VOCES DEL SUR es una verdadera familia.
Con cada cosa que logra se regocija y las que le quedan en el camino, aprieta los puños y trata en la próxima no dejar escapar esa oportunidad; y todos trabajando juntos en pos de lograr ese objetivo.
No vayan a creer que se hace plata o que en cada actuación nos marchamos contando los billetes, no, nada de eso, las más de las veces hemos tenido que invertir para ir a cantar, poner de nuestros bolsillos para subir al escenario.
Porque casi todos llegan al pié del escenario a buscar nuestro número de contacto, para un futuro contrato, pero nadie habla de pago, nadie acepta lo que pedimos, incluso lo mínimo razonable es caro para ellos, como ser el pago de un viático.
Pero sobre el escenario el público es el aliciente, es el mejor pago que puede existir para un artista.
Claro que no solo de pan vive el hombre, pero el compromiso es con el arte y con uno mismo que ha elegido este camino es uno solo.
El cajón peruano hacia Europa
La difusión internacional del cajón peruano se debió a su adopción por parte de Paco de Lucía para el flamenco en 1977 tras una gira por Latinoamérica:
Sucedió que durante una gira de Paco de Lucía por Latinoamérica hacia 1977, llegó a manos del percusionista de la banda un cajón peruano en una fiesta organizada por el embajador español en Perú. Rubem Dantas lo incorporó a la música del sexteto del guitarrista que, como marcaba (y marca) la pauta, suponía incorporarlo directamente a la música del flamenco. Manuel Soler estuvo presente en el momento de la adopción, pues iba en el grupo como bailaor y hasta “tocando unos bonguitos”. Según comentó en una entrevista concedida a Flamenco-world.com en 1999, “el cajón era más sobrio para el flamenco” que otros instrumentos de percusión que ya se habían empleado como las congas, los bongos o la batería.
Silvia Calado, «Érase una vez... un nuevo instrumento», Flamenco-world.com, 2005.1
Con la adopción del cajón peruano por parte de la comunidad de la música flamenca surgieron uno tras otro los percusionistas que encontraron en el nuevo instrumento la quintaesencia de la percusión dentro del flamenco contemporáneo:
Veinticinco años después de que Paco de Lucía lo importara de Perú, el cajón ocupa ya un hueco irreemplazable en el flamenco. La clave de tan natural integración es que “está a medio camino entre las palmas y el taconeo”. El instrumento se hizo a la música jonda al compás que marcó Rubem Dantas dentro del mítico sexteto. Al percusionista brasileño lo siguieron los músicos Antonio Carmona, José Antonio Galicia, Manuel Soler, Tino di Geraldo y Ramón Porrina. Y, poco a poco, se va afianzando una ‘segunda generación’ de cajoneros en la que destacan nombres como Piraña, Bandolero, Chaboli, Antonio Coronel, Cepillo, Guillermo McGill... Golpe a golpe, va limando los criticados excesos, encontrando su equilibrio y dirigiéndose a convertirse en la cuarta modalidad del flamenco.
Silvia Calado, «Entre la palma y el taconeo», Flamenco-world.com, 2005.2
La frase "cajón flamenco" se acuñó entonces a partir de la generalización del uso del cajón peruano dentro del flamenco, generalización que lo expuso a experimentar variaciones en su construcción. Quienes emplean la frase sostienen que las variaciones contemporáneas al cajón peruano introducidas por el flamenco, como el uso de cuerdas en el interior y el modo de fijación de la tapa acústica a la estructura de la caja, son suficiente razón para merecer la denominación. No obstante, lo acertado es considerar que a pesar de ésas variaciones no existe un "cajón flamenco" en el sentido de no ser originario de esa música, como no existen "congas flamencas", "bongós flamencos", "armónicas flamencas", "flautas flamencas", "bajo flamenco" o una "batería flamenca", si no simplemente congas, bongós, armónicas, flautas, bajo y batería usados en el flamenco; pues esas variaciones no implican diferencias sustantivas en el sonido resultante, si no más bien sutiles.
La controversia más notable surge entonces por la difusión mediática e indiscriminada de la frase "cajón flamenco" o "cajón español", que lleva equívocamente a hacer suponer erradamente un origen ibérico de ese instrumento. En innúmeras ocasiones, por ejemplo, conjuntos de música afroperuana en gira por Europa y artistas peruanos de talla internacional —como la cantautora ganadora del Grammy, Susana Baca— han debido precisar a los medios europeos que la música afroperuana no usa el cajón flamenco, como ellos suponían, si no que es exactamente lo opuesto.
El Cajón peruano
Se confecciona en cedro o caoba, tiene una altura de 47 cm y una base de 35 cm por 20 cm. El espesor llega hasta 15 mm.
El músico se sienta a horcajadas sobre el cajón, quedando este último entre sus rodillas. El cajón moderno tiene tres tornillos que permiten ajustar el tono. El cajón que usan los españoles en la música flamenca, como variación del original peruano, en su interior tiene también tres o cuatro cuerdas para añadir resonancia.
El percusionista puede conseguir sonidos adicionales utilizando sus palmas o las puntas de los dedos para tocar el cajón. Muchas veces se enriquece el tono del cajón añadiendo pequeños objetos metálicos en su interior.
El cajón peruano o simplemente caja es un instrumento musical de origen afroperuano o peruano, que se ha popularizado en todo el mundo gracias al jazz moderno, el nuevo flamenco y la música afro-latina-caribeña. Se tiene datos documentados de la existencia del cajón desde mediados del siglo XIX.
El cajón es oficialmente considerado por el Perú como Patrimonio Cultural de la Nación.
Es uno de los pocos instrumentos musicales donde el artista se sienta sobre él y este transmite el ritmo al cuerpo del cajonero.
El instrumento nació en la costa central y norte de Perú y la forma de tocarlo acompasado con la guitarra, es una creación peruana.
Las costumbres tanto criollas como negras son visibles en la música costeña peruana.
El uno en percusión
Tata Guínes; maestro de la percusión
Junto a María Teresa Linares, Omara Portuondo, Roberto Valera y Digna Guerra, Arístides Soto “Tata Güines” fue merecedor igualmente del Premio Nacional de Música del año 2006. Distinción que para el Maestro de la percusión cubana representa “en primer lugar una gran sorpresa y al mismo tiempo algo muy emotivo, porque nunca en Cuba se le había otorgado un premio a la percusión. Por eso me sorprendió. Este es un reconocimiento al tambor y ello me hace sentir muy feliz”.
De origen humilde, Tata Güines tuvo como primer oficio el de zapatero. Posteriormente, ya con catorce años de edad, “un tío mío, relata, después de verme golpear un cajón, me enseñó a tocar el bajo. Pero realizadas algunas presentaciones en Güines, mi pueblo, sustituí el bajo por las tumbadoras”.
Fueron estos los inicios en la música de quien, después de probar suerte en distintas agrupaciones, tomó la sabia decisión de convertirse en solista para crear su propio ritmo. Ha patentado varios sonidos a su nombre y, por si fuera poco, introdujo el tambor en Orquestas Sinfónicas. Ganador de tres premios Grammy y merecedor de la Medalla Alejo Carpentier y de la Orden Félix Varela, Tata Güines continúa su larga y exitosa carrera artística dentro y fuera de Cuba.
¿Cuándo y quién bautizó a Arístides Soto con el nombre artístico de Tata Güines?
Me bautizaron con ese nombre en 1947 y me llamó así la única mujer que ha existido en Cuba cantante de son: Estela Rodríguez, hermana de Arsenio Rodríguez. Yo era integrante del conjunto que dirigía Arsenio y por aquella época a los músicos del interior del país se les llamaba por el nombre de su pueblo. Como yo era de Güines, pues nada, Tata Güines. Recuerdo que cuando hacía los solos de tumbadora por la radio, ella me anunciaba: “Cueros, Tata Güines” y así fue creciendo y extendiéndose ese nombre y con él he recorrido buena parte del mundo.
Muchas personas piensan que Güines es mi apellido y no el pueblo de la actual Provincia Habana donde nací. Pero se trata solamente de un nombre artístico que ni siquiera me puse yo.
A Usted se le atribuye una forma muy peculiar de tocar el tambor: las manos bien pegadas al cuero y con las uñas.
Me he pasado la vida creando sobre el cuero y la forma de tocar pegado y con las uñas fue una idea que se me ocurrió una noche de los años 50 mientras tocaba, en el cabaret Montmartre, un tema que se titulaba “La chancleta”. Tenía que imitar el sonido de una chancleta de palo y entonces, buscando ese sonido, comencé a tocar, a arañar con la punta de las uñas. A la gente le gustó, así que no me pareció mal y continué empleando esa técnica.
Esa forma de tocar tuvo y sigue teniendo gran aceptación. Todavía hoy cuando toco no falta quien me dice: “Tata, con las uñas”.
Además de ese sonido he creado otros. De ellos dicen los críticos que son únicos en el mundo. Son técnicas creadas por mí, porque en mi época, aunque existían algunas escuelas, mis padres no las podían pagar. Como tampoco contaban con recursos para costearme un profesor de música, algo tan usual en estos tiempos. Los únicos profesores que tuve eran los viejos que se ponían a tocar rumba todos los domingos en las cuatro esquinas y las enseñanzas que me dieron mi padre y mis tíos, quienes a su vez también habían aprendido música de oídas. Conocían varios instrumentos y así formaron un Septeto al que llamaron Partagás para buscar respaldo, no tanto financiero –porque aunque lo pedían a gritos nadie se los daba—sino más bien popularidad con el nombre de una fábrica de cigarros reconocida en el mundo entero.
En ese Septeto comencé a tocar y después con la orquesta Estrella naciente, de Güines. Tocaba inicialmente contrabajo, tumbadoras y bongoes. Pero poco a poco me fui inclinando por las tumbadoras de las que creo no me desprenderé nunca.
Gran parte de su carrera artística se desarrolló en Estados Unidos, ¿puede asegurarse que fue allí donde se definió como solista?
Esos años en Estados Unidos me fueron muy bien, con muchos éxitos y fue allí donde precisamente mi estilo se dio a conocer, cogió fuerza, se impuso y me consolidé como solista y como acompañante de grandes estrellas de la música internacional: Frank Sinatra, Nat King Cole… Allí también se me reconoció como primer percusionista y me llamaban Maestro o “manos de oro”. Pero debo decir la verdad: extrañaba mucho a mi Cuba. Yo estaba allá, pero a cada rato tenía que venir para estar con mi gente de las cuatro esquinas. Durante esos años aprendí que no hay lugar ni país, por mucho bienestar con que cuente, que pueda curar la depresión que se produce cuando uno está alejado de los suyos. Y eso fue lo que me ocurrió a mí. Por eso en el año 60 lo dejé todo y regresé para acá. No me importó desprenderme del lugar tan alto que había alcanzado en Estados Unidos. No me enorgullecía de aquella popularidad, de aquella fama. Mi orgullo era, y sigue siendo, estar aquí en Cuba, entre los míos, hablando el mismo idioma y disfrutando de ese sabor cubano que no se encuentra en ningún lugar del mundo.
¿Hacia dónde se dirigen en estos momentos los pasos de Tata?
En estos momentos estoy haciendo algunos conciertos, no con mucho rigor ni prisa, sino con calma, pausadamente, porque el cuerpo me está pidiendo reposo. Al mismo tiempo realizo distintas grabaciones para el exterior. Por ejemplo: meses atrás terminamos el disco Cuba le canta a Serrat. A principios del próximo año grabaremos el segundo disco con Diego Elcigala. El primero fue Lágrimas Negras con la participación de Bebo Valdés. Ahora estamos preparando ese segundo que inicialmente hemos pensado ponerle como título el nombre de un compositor cubano. En este interviene Rubalcaba en el piano y Changuito, entre otros músicos. Incluirá temas de Benny Moré y de otros compositores de su época.
Asimismo estoy preparando un disco con mis propios temas. A la par me preparo para una gira por varios países de África y para las giras –ya sistemáticas porque las hago casi todos los años—a España, Italia y Francia. A todo ello hay que sumar la atención que les brindo a mis alumnos, no solo a los que viven en Cuba, sino también a los residentes en el extranjero porque presto asesoría a distintas escuelas de percusionistas establecidas fuera de Cuba.
Precisamente a esos percusionistas de las nuevas generaciones, ¿qué mensaje les enviaría?
Que estudien mucho y oigan a los mayores. Que no se dejen influenciar por otros ritmos, casi todos pasajeros por mucho que quieran imponerse. Que continúen aprendiendo música cubana para que lleguen a conocer su valor y prestigio. Que si les gusta la percusión y la escogieron como carrera que culminen los estudios para que esta alcance todavía más realce. Muchos desconocen que justo es la percusión lo que distingue a la música cubana, la que la hace distinta a la música que se crea en el resto del mundo.
¿Qué sentimientos afloran en Tata Güines cuando le llaman Maestro?
Cuando me llaman Maestro lo percibo, pero no me llega mucho. Me considero un creador y muchos aseguran que soy un Maestro, pero por mucho que agradezco esas gentilizas, ninguno de estos calificativos me hacen feliz. Mi felicidad está en el saludo de la gente cuando voy por la calle, en el abrazo afectuoso de un amigo, en la sonrisa de una admiradora, en el aplauso del público, porque sigo siendo el mismo sencillo y humilde Arístides Soto. A esa gente que me quiere, que me llama Maestro le estoy muy agradecido. Es un agradecimiento sincero, eterno, como el que pudiera profesar quien sabe no es merecedor de tan alto elogio.
Junto a María Teresa Linares, Omara Portuondo, Roberto Valera y Digna Guerra, Arístides Soto “Tata Güines” fue merecedor igualmente del Premio Nacional de Música del año 2006. Distinción que para el Maestro de la percusión cubana representa “en primer lugar una gran sorpresa y al mismo tiempo algo muy emotivo, porque nunca en Cuba se le había otorgado un premio a la percusión. Por eso me sorprendió. Este es un reconocimiento al tambor y ello me hace sentir muy feliz”.
De origen humilde, Tata Güines tuvo como primer oficio el de zapatero. Posteriormente, ya con catorce años de edad, “un tío mío, relata, después de verme golpear un cajón, me enseñó a tocar el bajo. Pero realizadas algunas presentaciones en Güines, mi pueblo, sustituí el bajo por las tumbadoras”.
Fueron estos los inicios en la música de quien, después de probar suerte en distintas agrupaciones, tomó la sabia decisión de convertirse en solista para crear su propio ritmo. Ha patentado varios sonidos a su nombre y, por si fuera poco, introdujo el tambor en Orquestas Sinfónicas. Ganador de tres premios Grammy y merecedor de la Medalla Alejo Carpentier y de la Orden Félix Varela, Tata Güines continúa su larga y exitosa carrera artística dentro y fuera de Cuba.
¿Cuándo y quién bautizó a Arístides Soto con el nombre artístico de Tata Güines?
Me bautizaron con ese nombre en 1947 y me llamó así la única mujer que ha existido en Cuba cantante de son: Estela Rodríguez, hermana de Arsenio Rodríguez. Yo era integrante del conjunto que dirigía Arsenio y por aquella época a los músicos del interior del país se les llamaba por el nombre de su pueblo. Como yo era de Güines, pues nada, Tata Güines. Recuerdo que cuando hacía los solos de tumbadora por la radio, ella me anunciaba: “Cueros, Tata Güines” y así fue creciendo y extendiéndose ese nombre y con él he recorrido buena parte del mundo.
Muchas personas piensan que Güines es mi apellido y no el pueblo de la actual Provincia Habana donde nací. Pero se trata solamente de un nombre artístico que ni siquiera me puse yo.
A Usted se le atribuye una forma muy peculiar de tocar el tambor: las manos bien pegadas al cuero y con las uñas.
Me he pasado la vida creando sobre el cuero y la forma de tocar pegado y con las uñas fue una idea que se me ocurrió una noche de los años 50 mientras tocaba, en el cabaret Montmartre, un tema que se titulaba “La chancleta”. Tenía que imitar el sonido de una chancleta de palo y entonces, buscando ese sonido, comencé a tocar, a arañar con la punta de las uñas. A la gente le gustó, así que no me pareció mal y continué empleando esa técnica.
Esa forma de tocar tuvo y sigue teniendo gran aceptación. Todavía hoy cuando toco no falta quien me dice: “Tata, con las uñas”.
Además de ese sonido he creado otros. De ellos dicen los críticos que son únicos en el mundo. Son técnicas creadas por mí, porque en mi época, aunque existían algunas escuelas, mis padres no las podían pagar. Como tampoco contaban con recursos para costearme un profesor de música, algo tan usual en estos tiempos. Los únicos profesores que tuve eran los viejos que se ponían a tocar rumba todos los domingos en las cuatro esquinas y las enseñanzas que me dieron mi padre y mis tíos, quienes a su vez también habían aprendido música de oídas. Conocían varios instrumentos y así formaron un Septeto al que llamaron Partagás para buscar respaldo, no tanto financiero –porque aunque lo pedían a gritos nadie se los daba—sino más bien popularidad con el nombre de una fábrica de cigarros reconocida en el mundo entero.
En ese Septeto comencé a tocar y después con la orquesta Estrella naciente, de Güines. Tocaba inicialmente contrabajo, tumbadoras y bongoes. Pero poco a poco me fui inclinando por las tumbadoras de las que creo no me desprenderé nunca.
Gran parte de su carrera artística se desarrolló en Estados Unidos, ¿puede asegurarse que fue allí donde se definió como solista?
Esos años en Estados Unidos me fueron muy bien, con muchos éxitos y fue allí donde precisamente mi estilo se dio a conocer, cogió fuerza, se impuso y me consolidé como solista y como acompañante de grandes estrellas de la música internacional: Frank Sinatra, Nat King Cole… Allí también se me reconoció como primer percusionista y me llamaban Maestro o “manos de oro”. Pero debo decir la verdad: extrañaba mucho a mi Cuba. Yo estaba allá, pero a cada rato tenía que venir para estar con mi gente de las cuatro esquinas. Durante esos años aprendí que no hay lugar ni país, por mucho bienestar con que cuente, que pueda curar la depresión que se produce cuando uno está alejado de los suyos. Y eso fue lo que me ocurrió a mí. Por eso en el año 60 lo dejé todo y regresé para acá. No me importó desprenderme del lugar tan alto que había alcanzado en Estados Unidos. No me enorgullecía de aquella popularidad, de aquella fama. Mi orgullo era, y sigue siendo, estar aquí en Cuba, entre los míos, hablando el mismo idioma y disfrutando de ese sabor cubano que no se encuentra en ningún lugar del mundo.
¿Hacia dónde se dirigen en estos momentos los pasos de Tata?
En estos momentos estoy haciendo algunos conciertos, no con mucho rigor ni prisa, sino con calma, pausadamente, porque el cuerpo me está pidiendo reposo. Al mismo tiempo realizo distintas grabaciones para el exterior. Por ejemplo: meses atrás terminamos el disco Cuba le canta a Serrat. A principios del próximo año grabaremos el segundo disco con Diego Elcigala. El primero fue Lágrimas Negras con la participación de Bebo Valdés. Ahora estamos preparando ese segundo que inicialmente hemos pensado ponerle como título el nombre de un compositor cubano. En este interviene Rubalcaba en el piano y Changuito, entre otros músicos. Incluirá temas de Benny Moré y de otros compositores de su época.
Asimismo estoy preparando un disco con mis propios temas. A la par me preparo para una gira por varios países de África y para las giras –ya sistemáticas porque las hago casi todos los años—a España, Italia y Francia. A todo ello hay que sumar la atención que les brindo a mis alumnos, no solo a los que viven en Cuba, sino también a los residentes en el extranjero porque presto asesoría a distintas escuelas de percusionistas establecidas fuera de Cuba.
Precisamente a esos percusionistas de las nuevas generaciones, ¿qué mensaje les enviaría?
Que estudien mucho y oigan a los mayores. Que no se dejen influenciar por otros ritmos, casi todos pasajeros por mucho que quieran imponerse. Que continúen aprendiendo música cubana para que lleguen a conocer su valor y prestigio. Que si les gusta la percusión y la escogieron como carrera que culminen los estudios para que esta alcance todavía más realce. Muchos desconocen que justo es la percusión lo que distingue a la música cubana, la que la hace distinta a la música que se crea en el resto del mundo.
¿Qué sentimientos afloran en Tata Güines cuando le llaman Maestro?
Cuando me llaman Maestro lo percibo, pero no me llega mucho. Me considero un creador y muchos aseguran que soy un Maestro, pero por mucho que agradezco esas gentilizas, ninguno de estos calificativos me hacen feliz. Mi felicidad está en el saludo de la gente cuando voy por la calle, en el abrazo afectuoso de un amigo, en la sonrisa de una admiradora, en el aplauso del público, porque sigo siendo el mismo sencillo y humilde Arístides Soto. A esa gente que me quiere, que me llama Maestro le estoy muy agradecido. Es un agradecimiento sincero, eterno, como el que pudiera profesar quien sabe no es merecedor de tan alto elogio.
martes, 23 de junio de 2009
¡EL SULTANCITO!
FELIZ DIA DE LOS ABUELOS
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Creo realmente que lo que necesita un artista, es poder demostrar sus cualidades ante un público sin elecciones. Y digo esto porque el pasado viernes 19 de junio, DIA DE LOS ABUELOS, fuimos a cantar a dos centros de salud en donde el espectador era mayor de 60 años.
Siempre me van a tener que disculpar por no dar el lugar o espacio físico de nuestras actuaciones, porque creo que eso carece de relevancia y sí, prima lo que brindamos, que lo hacemos con el corazón.
Y lo que si no nos olvidamos, fue de sacar algunas fotografías.
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